Túpac Inca Yupanqui (muerto en 1493):
Soberano inca (1471-1493), tercer hijo de Pachacuti. Educado en un templo, a los 15 años su padre le nombró sucesor; pronto se convirtió en el gran jefe del ejército, y llevó a cabo la primera gran expansión conquistadora inca (1462-1471), hacia el norte y el oeste, a lo largo de 8 campañas: reinos cañarí, cara (de Quito) y chimú, muy bien organizados, y valles costeros desde Manta y Huancavelica hasta Nazca (centros de gran relieve cultural). Algunas zonas no quedaron definitivamente integradas (los reinos cara y chimú no lo fueron hasta el reinado de Huayna Cápac), la mayoría quedó fuertemente organizada dentro del Imperio. Llevó a cabo una expedición marítima que le condujo a unas islas habitadas por "indios de color negro", las Galápagos según Sarmiento de Gamboa. En 1471 Pachacuti abdicó en él y pronto realizó nuevas campañas hacia el sur y el este: penetró en la selva por el Madre de Dios; sometió a un grupo de tribus aymará sublevadas en torno al lago Titicaca (colla, lupaca, pacasé y omasuyu); se adentró por la actual Bolivia y zona noroccidental de la actual Argentina y conquistó una considerable porción del territorio araucano, hasta el río Maule, límite sur del imperio incaico.
Huayna Cápac (muerto en 1525):
Llamado antes de ser inca (1493) Titu Cusi Hualpa. Hizo alcanzar al imperio la cumbre de su grandeza. Llevó sus conquistas hasta Tumbes, Colombia y la cuenca del Marañón. Sus hazañas bélicas se vieron cortadas por los indios quitos, favorecidos por la difícil adaptación de los guerreros serranos de Huayna Cápac a las zonas de clima cálido-húmedo de las llanuras amazónicas. Rey organizador, extendió y perfeccionó su maquinaria administrativa. Construyó caminos e hizo de las obras públicas un elemento vertebrador esencial. Quiso dejar como heredero a su hijo preferido Atahualpa, pero esta decisión no fue aceptada por Huáscar, que se consideraba heredero legal como hijo de la reina. Huayna Cápac cometió al morir el error de dividir su imperio entre sus dos hijos: a Huáscar le entregó la zona meridional, con la ciudad de Cuzco, mientras Atahualpa fue el heredero de la región septentrional. Pronto surge una guerra civil y fratricida (1530) con ventaja para las huestes de Atahualpa, más fuertes y preparadas para la lucha, por lo que éste consigue derrotar a su hermano y a sus sobrinos y hacerse dueño del poder.
En ese momento es cuando Pizarro, con sus escasas fuerzas, hace el desembarco en Tumbes e inicia la conquista del importante Imperio inca. En ese imperio, cuyo gobierno se puede calificar de despotismo paternal, existieron clases sociales, la más elevada de las cuales la formaban los clanes de los incas, que dieron los soberanos y se establecieron en Cuzco. El nivel de vida era de cierta estrechez económica, aunque no faltaba el trabajo para todos y no existía por tanto la pobreza total; ello no impedía la desigualdad social, con ventaja para las clases dirigentes. La propiedad, como en los mayas y aztecas, era tribal o de clan, aunque en realidad el verdadero propietario era el soberano, que obligaba a sus súbditos al trabajo del campo y les concedía, sólo en usufructo, los lotes de tierra. Grandes almacenes, llamados «tambos», acumulaban los sobrantes una vez satisfechas las necesidades. No fueron los incas sólo un pueblo agricultor, sino también ganadero, con aprovechamiento de la vicuña, el guanaco y sobre todo de la llama, animal que les proporcionaba alimento, cueros, lana para sus tejidos y su fuerza como animal de carga.
Religión:
Como la mayoría de los pueblos antiguos, los incas tenían religión politeísta a la que se asociaba el culto a los antepasados, cuyos cadáveres eran momificados. Adoraban a los astros, representados por piedras, a los animales y vegetales y sobre todo al Sol. La organización religiosa era muy completa: sumo sacerdote, colegio sacerdotal, oráculos, monjes, acólitos, servidoras del dios Sol, augures y otros elementos. Como en todas estas religiones, basadas preferentemente en los signos exteriores, las ceremonias y fiestas eran tan numerosas como solemnes. Su religión consistía en una amalgama de creencias animistas, fetichismo, culto a la naturaleza y ceremonias mágicas. También había en ella una cierta preocupación metafísica y en algunas oraciones y ritos se manifestaba un complejo y refinado sentimiento religioso. Fundamentalmente consistía en un culto al sol (Inti), fundador de la dinastía incaica, y su adoración iba pareja con la tributada al inca. Al sol estaban dedicados los mayores y más ricos templos del Perú, se lo representaba por medio de esferas de oro macizo, se le dedicaban aparatosas ceremonias y grandes sacrificios de llamas; los sacerdotes consagrados a su culto eran innumerables, así como las vírgenes del Sol que se dedicaban al servicio de los templos. Junto al Inti era venerado Mamaquilla, la Luna, e Ilapa, dios del rayo y la lluvia. El dios supremo eraa Viracocha, el creador del universo y dios civilizador que enseñó a los hombres el cultivo de la tierra, la alfarería, el tejido y las artes. Por una evolución del pensamiento de los sacerdotes incas, Viracocha pasó a adoptar un papel predominante en tiempos del emperador Pachacuti y a él se dirigieron los más hermosos poemas, himnos y oraciones incas que se conservan. Esta parte evolucionada quedó restringida a la casta imperial y sacerdotal. El pueblo seguía venerando a un considerable número de fetiches (huacas) considerados sagrados, carácter que provenía de haber estado en contacto con el inca o por relacionarse con los antepasados del ayllu o con sus momias.
Por lo común los incas no practicaban la poligamia, salvo cuando se trataba de caciques de importancia. Es muy probable que se haya exagerado mucho al conceder a los incas grandes conocimientos astronómicos, pero es evidente que supieron determinar el año solar y dividirlo en períodos -con la base lunar-, así como tenían ideas precisas sobre los solsticios y equinoccios y sobre el comienzo del año en el solsticio de verano (diciembre), establecido así por el inca Pachacútec, que fue llamado «reformador del tiempo». Tuvieron también algunos conocimientos matemáticos, pues los «quipus» les permitían llevar una estadística demográfica, militar y económica mediante una combinación de cordones de distintos tamaños y colores. Pero los «quipus» no llegaron a tener el alcance de un verdadero alfabeto como algunos han pretendido.
En el Imperio incaico la arquitectura tuvo gran desarrollo y sus construcciones destacaron tanto por su grandiosidad y solidez (se utiliza preferentemente la piedra de granito) como por su elegancia y sentido artístico. Nada tiene, pues, de extraño que Cuzco, la capital, contase con grandes monumentos y que el imperio estuviese dotado de magníficos caminos y vías de comunicación. De aquellas obras maravillosas sólo quedan hoy las ruinas, pero algunas tan famosas como la del Templo del Sol o Coricancha, La fortaleza de Sacsahuamán, los palacios de los incas Huayna Cápac y Túpac Yupanqui, la Casa de las Vírgenes del Sol (Ajllauasi) y otras muchas obras. A unos 60 km de Cuzco quedan los restos de una cadena de fortificaciones que defendían al imperio de las tribus de la Selva. Ciudades famosas fueron también las de Ollantaytambo y Machu Picchu. Por el desarrollo que tuvo el trabajo del campo destacó también el imperio en la construcción de terrazas artificiales y de canales de riego. (Manuel Burillo y Luciano Rincón)
Organización económica:
Su base económica era la agricultura. La tierra pertenecía al estado, es decir, al inca, y estaba dividida en tres categorías, cuyos productos correspondían respectivamente al inca, a los sacerdotes y al pueblo, y aunque las parcelas más fértiles eran las que pertenecían a las dos primeras clases, cada campesino recibía la tierra necesaria para obtener alimentos para él y su familia. Las tierras correspondientes a cada comunidad eran repartidas anualmente por un funcionario local y, así, cada familia recibía una parcela de acuerdo con sus necesidades y con el número de sus componentes. Los campesinos cultivaban una parte de las tierras del inca y de los sacerdotes, sin que recibieran nada a cambio. Disponían de gran variedad de papas que podían cultivar desde la costa hasta el altiplano a más de 3.500m de altitud. Otros cultivos importantes eran el maíz, la oca, la quinoa, el cacao, la chirimoya, la papaya, el tomate, las alubias, la col, la calabaza, el chile y el algodón. La ganadería la formaban la llama, el guanaco, la alpaca y la vicuña. Se ha dicho que era un estado socialista, podría definirse mejor como una extraña mezcla de monarquía teocrática autoritaria, oligarquía y una especie de colectivismo agrario.
Arquitectura:
Sus principales construcciones son los templos y las fortalezas. Labraban la piedra aprovechando toda su dimensión aunque resultasen muchos lados y acoplaban los sillares de forma irregular sin ninguna separación entre ellos. El ejemplo más conocido de la habilidad de estos maestros es la piedra de los doce ángulos que se encuentra colocada en un muro de la ciudad de Cuzco. Estos sillares tenían la cara exterior convenxa. Los monumentos más grandiosos de los incas pertenecen a la arquitectura militar. Son importantes la fortaleza de Sacshuamán situada en una explanada en la montaña que domina Cuzco. Tiene tres líneas de murallas en diente de sierra. Sus sillares son megalíticos. En el centro se halla una edificación circular en la que se quiere ver la Torre del Homenaje, con doble hilera de recintos y patio central. La fortaleza de Pisac en el alto valle del Urabamba, a 62 Km de Cuzco es la más bella y bien situada. Machu-Pichu es la ciudad mejor conservada. Fue descubierta en 1911. Es también la más impresionante por su grandiosidad. Sus construcciones están realizadas con piedras regulares, bien pulimentadas, unidas con solidez y precisión. Son muchas las ciudades que se pueden admirar del gran legado arqueológico de los incas, pero también en la cerámica y tejidos podemos podemos encontrar el sentido artístico que tuvo este pueblo.
E.A
Fuente: http://mgar.net/var/peru2.htm
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